¿Cuáles son los 10 Mandamientos de la Iglesia Católica?: Significado e Historia
Los Diez Mandamientos (o "Decálogo") son leyes escritas en dos tablas de piedra que Dios entregó a Moisés en el monte Horeb, en la península del Sinaí, durante la huida del pueblo de Israel a Egipto y que constituyen para los cristianos lo que es correcto, el camino del bien y quien las respeta actúa según la voluntad de Dios.
De una u otra forma, todos conocemos los diez mandamientos dados tal y como los leemos en la Biblia, precisamente en el Antiguo Testamento, tal y como supuestamente Dios se los dictó a Moisés.
Pero, ¿Sabemos el significado de cada uno de estos mandamientos?
El Decálogo (deka=10 logous=palabras) contiene una lista de leyes fundamentales y esenciales para el hombre, veamos la historia de los 10 mandamientos y el texto uno por uno…
¿Cuáles son los 10 mandamientos de la Ley de Dios y su significado?
Los 10 mandamientos cristianos evangélicos son un Decálogo, un conjunto de principios éticos y religiosos fundamentales en la tradición judeocristiana.
Estos mandamientos son mencionados tanto en la Biblia, específicamente en el libro del Éxodo, como en el catecismo de la Iglesia Católica.
Fueron entregados por Dios a Moisés en el Monte Sinaí, grabados en tablas de piedra.
Estos mandamientos son la ley de Dios y establecen pautas para la vida moral de los fieles y que todo cristiano debe conocer y cumplir.
Cuando el Señor terminó de hablar con Moisés sobre el monte Sinaí, le dio las dos tablas del testimonio, tablas de piedra, escritas por el dedo de Dios
Éxodo 31:18
- Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas.
- No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.
- Santificarás las fiestas.
- Honrarás a tu padre y a tu madre.
- No matarás.
- No cometerás actos impuros.
- No robarás.
- No darás falso testimonio ni mentirás.
- No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
- No codiciarás los bienes ajenos.
¿Cuál es el significado de cada uno de los 10 mandamientos de la Ley de Dios? (Catecismo de la Iglesia Católica)... A continuación la definición en orden:
Los 3 primeros hacen referencia al amor a Dios, los restantes al amor al prójimo.
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
«Yo, el Señor, soy tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de servidumbre. No habrá para ti otros dioses delante de mí. No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto» (Ex 20, 2-5)
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El primer mandamiento es "Amarás a Dios sobre todas las cosas".
Según la Biblia, este mandamiento nos recuerda la importancia de poner a Dios en el centro de nuestras vidas y amarlo por encima de cualquier otra cosa en este mundo. No debemos tomar el nombre del Señor tu Dios en vano, sino honrarlo y reverenciarlo en todos nuestros actos.
El Señor se erige en el único Dios al que hay que venerar.
Aunque referido al Amor hacia Dios, esto está muy relacionado con las religiones politeístas que creían en la existencia de otros dioses, pero hoy también podemos comparar este culto al éxito y al dinero que para muchos vale más que cualquier otra creencia.
2. No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano.
«No tomarás en falso el nombre del Señor tu Dios» (Ex 20, 7; Dt 5, 11)
El segundo mandamiento nos enseña a no hacer imágenes ni ídolos para adorar, ya que Dios es invisible y trascendente.
La idolatría es un pecado grave en la ley de Dios.
Salvo por razones válidas por las que un creyente necesita acudir a Él, no se puede pronunciar el nombre de Dios.
No se puede nombrar a Dios, a no ser que se trate de una invocación dada por motivos más que justificados, como cuando se le pide ayuda o se reza.
Es más, todos los que se toman la libertad de ofenderle con blasfemias o maldiciones le hacen un gran daño a Dios y es una gran falta de respeto.
3. Santificarás las fiestas.
«Recuerda el día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todos tus trabajos, pero el día séptimo es día de descanso para el Señor, tu Dios. No harás ningún trabajo» (Ex 20, 8-10; cf Dt 5, 12-15)
El tercer mandamiento nos exige santificar las fiestas y el día del sábado, dedicándolos al descanso y a la adoración de Dios.
Es un recordatorio de la importancia de apartar tiempo para la espiritualidad en nuestras vidas.
No podemos trabajar siempre y únicamente; es Dios mismo quien nos lo recuerda. El sábado, el domingo y las fiestas deben ser santificados.
Por fiesta de Dios se entiende la oración, la meditación y la escucha de su palabra asistiendo a misa.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre.
«Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex 20, 12)
El cuarto mandamiento nos insta a honrar a nuestro padre y a nuestra madre.
Este mandamiento subraya la importancia de la familia y el respeto hacia los padres, que son nuestros primeros guías en la vida.
Los niños deben respetar siempre a sus padres, que los han cuidado desde el momento de su nacimiento, que les han dado la vida.
Especialmente cuando han llegado a la vejez o en tiempos de necesidad, el hijo tiene el deber de cuidar de ellos.
5. No matarás.
«No matarás» (Ex 20, 13)
El quinto mandamiento prohíbe el asesinato, recordándonos la sacralidad de la vida humana. No debemos causar daño injusto a otros.
Esta ley quiere decir que solo Dios tiene el derecho de crear una nueva vida o dejarla morir.
Hoy en día ya no es necesario que nos recuerden este mandamiento, pero en la antigüedad había sacerdotes, generales, profetas y reyes con el poder de ordenar la muerte de alguien solo por haber transgredido su ley.
6. No cometerás actos impuros.
«No cometerás adulterio» (Ex 20, 14; Dt 5, 17)
El sexto mandamiento nos prohíbe cometer adulterio y tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Promueve la pureza y la fidelidad en el matrimonio y las relaciones.
Se refiere en particular al adulterio y, por lo tanto, a las actitudes que llevan a algunas personas a mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Para Dios, el adulterio es el más grave de los comportamientos porque se traiciona el amor, la fidelidad, el respeto y se contamina la pureza de la intimidad de su relación.
«El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28).
7. No robarás.
«No robarás» (Ex 20, 15; Dt 5,19)
El séptimo mandamiento nos enseña a no robar ni tomar los bienes ajenos injustamente. La honestidad y la justicia son valores importantes en la ley de Dios.
Robar antiguamente era una forma de obtener alimentos u otros bienes, y aún hoy sigue siendo así para muchas personas.
Por ley divina, el hombre debe tener un trabajo honesto, porque robar es siempre una acción incorrecta que perjudica a nuestros hermanos.
Si uno se encuentra en dificultades, es esencial pedir ayuda.
8. No darás falso testimonio ni mentirás.
«No darás testimonio falso contra tu prójimo» (Ex 20, 16)
El octavo mandamiento prohíbe dar falso testimonio contra nuestro prójimo. Nos llama a ser veraces y justos en nuestras palabras y acciones.
Es importante aprender a vivir con el valor de dar testimonio de la verdad y construir relaciones basadas en la lealtad sin engaños.
Para los judíos, decir mentiras no era gran cosa, pero Dios dijo que debíamos aprender a vivir con el valor de dar testimonio de la pura verdad, y que las relaciones entre las personas debían caracterizarse por la franqueza y la lealtad, y que no debían engañarse unos a otros.
La verdad es necesaria para mantener la justicia y la paz, por lo que los que están con Dios deben rechazar las mentiras y falsedades y aceptar las consecuencias de la verdad, aunque no sean agradables.
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
«No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva» (Ex 20, 17)
El noveno mandamiento nos insta a no desear la esposa ni los bienes de nuestro prójimo.
Promueve la pureza en nuestros pensamientos y deseos.
Este mandamiento es muy similar al sexto mandamiento, pero pretende resaltar la importancia del matrimonio, el compromiso adquirido por la pareja de formar una familia, dejando de lado posibles distracciones, aunque sean de pensamiento.
10. No codiciarás los bienes ajenos.
«No codiciarás [...] nada que [...] sea de tu prójimo» (Ex 20, 17). «No desearás su casa, su campo, su siervo o su sierva, su buey o su asno: nada que sea de tu prójimo» (Dt 5, 21).
El décimo mandamiento nos advierte contra la envidia y el deseo desordenado de las posesiones de otros.
Nos llama a la gratitud por lo que tenemos.
Sentir envidia por las cosas que poseen los demás y que uno quisiera poseer hasta conseguirlas, no puede llegar a convertirse en el objetivo de su vida.
El dinero, la inteligencia, los bienes materiales, son diferentes para cada hombre y han sido asignados para ser administrados de forma correcta, poniéndolos al servicio de todos para el bien del prójimo y no para desencadenar sentimientos de envidia y egoísmo.
Profundizando un poco más en su significado...
Los mandamientos se expresan principalmente en forma negativa ("no hagas…", "no digas…") y por ello se interpretan a menudo de forma errónea y reductora, como si bastara con no matar, no robar, etc. para considerarse conforme a la voluntad de Dios.
Efectivamente, es cierto que está prohibido que nadie incumpla estos preceptos vinculantes, pero Juan Pablo II (Veritatis splendor, 52) aclaró que la obligación de respetar los mandamientos en cualquier circunstancia no es una prohibición en sí misma, sino que es una invitación a amar cada vez más.
Los mandamientos son, pues, un pacto y una alianza con Dios, que ya ha cumplido sus compromisos, lo que garantiza que nunca dejará de ser fiel.
Son también un acto por el que Dios, el liberador, pone a los hombres en la condición privilegiada de ser liberados de toda forma de mal y de pecado si se ajustan a su ley.
En consecuencia, Dios no impone los mandamientos para someter a los hombres, sino que, por el contrario, las tablas de la ley son el fundamento de su libertad, porque indican un camino hacia la tierra prometida, que para los cristianos es la vida eterna, ayudándoles a recorrer el camino correcto hacia la salvación y a reencontrarlo cada vez que lo pierden de vista, cayendo en el error o en el pecado.
Origen, Historia y División de los 10 Mandamientos católicos
Según la tradición cristiana, los Mandamientos -también llamados Ley Mosaica o Sinaítica- son "las Diez Palabras" escritas por Dios en el Monte Sinaí, llevadas por Moisés en tablas de piedra a todo el pueblo judío en el desierto, en el siglo XII antes de Cristo.
Estas tablas se conservaron entonces celosamente en el Arca de la Alianza, el lugar de la presencia de Dios entre el pueblo, pero más tarde se perdieron en la destrucción del Templo de Jerusalén.
Los 10 mandamientos se transmitieron oralmente de padres a hijos y luego, en el siglo VIII a. C., se escribieron en dos libros del Antiguo Testamento: el Éxodo 31:18 y el Deuteronomio 5:6-21.
Este decálogo es una parte esencial de la alianza de Dios con su pueblo, y el texto original hebreo es la base de los mandamientos de las tres grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo e islam).
Sin embargo, cada una de ellas las ha interpretado de forma diferente, con diferencias incluso dentro de cada religión.
Los Diez Mandamientos o Decálogo (diez palabras) son el fundamento del Antiguo Testamento para judíos y cristianos y contienen las leyes básicas que Dios ha enseñado a poner en práctica para lograr la salvación eterna.
En realidad, hay más de diez mandamientos y el texto está presente en dos versiones parcialmente diferentes en dos libros de la Biblia (Éxodo y Deuteronomio, que son respectivamente el segundo y el quinto libro de la Torá judía y de la Biblia cristiana).
A lo largo de la historia, la división y la numeración de los mandamientos han variado.
Existe una diferencia entre las distintas tradiciones religiosas en cuanto a la división de los mandamientos, con especial referencia a la relación entre el primer y el segundo mandamiento y entre el noveno y el décimo.
Los judíos, los ortodoxos, los evangélicos y los testigos de Jehová incluyen la prohibición de hacer imágenes de Dios y de adorarlas de forma idolátrica en el segundo mandamiento, separando esta prohibición del primero.
Además, el décimo mandamiento, que prohíbe desear a la mujer del prójimo, extiende la prohibición también a las cosas y los animales de otras personas.
La Iglesia católica occidental y los luteranos, por el contrario, se inspiran en la tradición de San Agustín y en el texto del Deuteronomio, más que en el del Éxodo.
En consecuencia, consideran que la prescripción contra las imágenes forma parte del primer mandamiento. Además, separan la prohibición de codiciar a la mujer de otro para valorar a las mujeres por encima de las demás “propiedades” de su vecino.
En la religión cristiana católica, San Agustín estableció una división que se hizo tradicional en la Iglesia católica y que también siguen las confesiones luteranas.
San Agustín, uno de los filósofos romanos más importantes, tomó como base el texto del Deuteronomio, consideró la prescripción sobre las imágenes como parte del primer mandamiento y separó la prohibición de codiciar la mujer del prójimo, de la prohibición de codiciar los bienes.
De este modo, el segundo mandamiento se suprimió por completo de la traducción del Éxodo y el décimo mandamiento se convirtió en dos, para llenar el vacío del segundo, que -como se ha dicho- fue anulado.
El Cuarto Mandamiento (que se convirtió en el Tercer Mandamiento en el Catecismo Católico), de "Acuérdate de santificar el sábado" (el Shabat judío) pasó a ser " Santificarás las fiestas ".
Y como resultado, el sábado, día sagrado e intocable para los judíos (por tanto, también para Jesús) y para Dios, en la Santa Biblia, se traslada al domingo.
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