¿Cómo EEUU logró apoderarse de la mitad de México?

Imagina que te duermes tranquilo y al despertar descubres que la mitad de tu casa ya no es tuya. Alguien puso una cerca y te dice: "Gracias por el terreno, ahora es mío". Suena absurdo, pero eso fue exactamente lo que le pasó a México en 1848, cuando perdió más de la mitad de su territorio en una de las guerras más humillantes de la historia.

Fue una mezcla de traiciones, errores y una brutal ambición estadounidense que terminó con México cediendo lo que hoy es California, Texas, Arizona, Nuevo México, Nevada y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Sí, ¡UN ROBO! Digámoslo con todas las letras: ¡UN ROBO! Te lo explico a continuacion .

Guerra Estados Unidos-México

Desde que Estados Unidos logró su independencia en 1776, tenía un solo objetivo: expandirse. Durante la década de 1820, los colonos ya habían llegado al río Misisipi, pero eso no era suficiente. Querían más. Creyeron que su destino era dominar toda Norteamérica.

A esto lo llamaron Destino Manifiesto, una ideología que justificaba cualquier acción necesaria para expandir sus fronteras. Según ellos, Dios mismo les había dado el derecho de tomar todas las tierras que quisieran. Y si para hacerlo debían robar territorios y someter a otras naciones, lo harían sin remordimientos.

El problema era que había un obstáculo en su camino: México.

Texas era una región extensa pero escasamente poblada. Para poblarla, México permitió la llegada de colonos estadounidenses bajo tres condiciones:

    • Debían jurar lealtad a México.
    • Convertirse al catolicismo.
    • No traer esclavos.

Al principio, aceptaron. Pero en poco tiempo ignoraron las reglas. No solo llevaron esclavos, sino que formaron comunidades aisladas que no obedecían al gobierno mexicano.

Cuando en 1829 México prohibió la esclavitud en su territorio, los colonos texanos se enfurecieron. Querían mantener la esclavitud y controlar Texas por su cuenta.

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En 1836, bajo el liderazgo de Sam Houston, Texas se rebeló y declaró su independencia. México, liderado por Antonio López de Santa Anna, envió tropas para sofocar la rebelión. La más famosa de estas batallas fue la del Álamo, donde los texanos resistieron heroicamente antes de ser aniquilados.

Pero Santa Anna cometió un error catastrófico: fue capturado y, bajo coacción, firmó un tratado reconociendo la independencia de Texas. México nunca aceptó este tratado como válido, pero Texas ya era considerada independiente.

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En 1845, Estados Unidos anexó Texas, lo que provocó que México declarara que eso era un acto de guerra.

Aquí entra en escena el hombre que diseñó la destrucción de México: James K. Polk, presidente de Estados Unidos en 1845. Su plan era simple:

    • Apoderarse de Texas.
    • Tomar California y Nuevo México.
    • Provocar a México para que iniciara una guerra.

Polk intentó comprar California y Nuevo México por 25 millones de dólares. México rechazó la oferta. Entonces, Polk buscó un pretexto para la guerra.

Envió tropas a la frontera del río Bravo, un territorio disputado. México vio esto como una agresión y atacó. Polk se frotó las manos: ya tenía su excusa. Le dijo al Congreso: "México ha derramado sangre estadounidense en suelo estadounidense". Era mentira, pero sirvió para declarar la guerra.

Antonio López de Santa Anna
Antonio López de Santa Anna

¿No te suena todo esto?

México entró a la guerra con un país fragmentado, con gobernantes ineficientes y sin suficientes recursos. Mientras tanto, Estados Unidos tenía un ejército bien armado y liderado por generales experimentados como Zachary Taylor, Winfield Scott y Ulysses S. Grant.

Las batallas fueron un desastre para México. Estados Unidos avanzó rápidamente:

    • Tomaron Monterrey y Veracruz.
    • Derrotaron a los mexicanos en la Batalla de Buena Vista.
    • Capturaron Ciudad de México en 1847.

En la defensa de Chapultepec, los legendarios Niños Héroes resistieron hasta la muerte. Aunque su historia ha sido mitificada, lo cierto es que la batalla fue feroz. Pero al final, Estados Unidos izó su bandera sobre Palacio Nacional.

México estaba de rodillas.

Con tropas enemigas ocupando la capital, México no tuvo más opción que firmar la paz. En 1848, con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, México cedió más de la mitad de su territorio a cambio de 15 millones de dólares.

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No fue una venta, fue un cobro por el botín de guerra. México perdió más de 2 millones de kilómetros cuadrados, un territorio más grande que toda Europa Occidental.

Lo más brutal es entender que no fue solo una guerra de frontera. Fue el golpe maestro de una estrategia calculada para despojar a México de sus tierras más valiosas. No fue mala suerte, fue un plan ejecutado a la perfección: diplomacia agresiva, provocación y una guerra relámpago contra un vecino dividido y debilitado. Fue un robo disfrazado de guerra.

Pero lo más triste es que México no perdió solo por las balas enemigas. Perdió porque estaba dividido internamente. Políticos traicionándose, caudillos buscando poder en vez de defender al país. Cuando un pueblo se pelea entre sí, cualquier ladrón entra y se lleva lo que quiere. Así de fácil.

Así fue como Estados Unidos se quedó con la mitad de México. No por derecho, no por negociación, sino por la fuerza. Y lo más irónico es que esas tierras arrebatadas terminaron siendo algunas de las más ricas y estratégicas de toda América: California, Texas, Arizona…

La historia no perdona a los débiles ni a los divididos. Y México pagó el precio de su fragmentación con la mitad de su mapa. Esa es la verdadera lección: un país dividido es presa fácil. Y el que no aprende eso, tarde o temprano vuelve a perder.

¿Y por qué no se quedó Estados Unidos con todo México?

Lo más perturbador es que Estados Unidos pudo haberse quedado con todo México. Su ejército ya controlaba la capital, y el gobierno mexicano estaba completamente sometido. Si hubieran querido anexar el país entero, lo habrían hecho.

Entonces, ¿por qué no lo hicieron? 

1. Porque no les interesaba todo México

Estados Unidos quería territorio, pero no cualquier territorio. Les interesaban las tierras del norte: Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada y parte de Utah y Colorado. ¿Por qué? Porque esas regiones tenían enormes recursos naturales, buen clima para la agricultura, y lo más importante: eran poco pobladas. Básicamente, era tierra disponible con poca resistencia local.

El resto de México, sobre todo el sur, les parecía poco atractivo: montañoso, con climas difíciles, y lleno de comunidades indígenas que, desde la perspectiva racista de los políticos estadounidenses, eran un “problema” que no querían heredar.

2. Porque no querían gobernar a millones de mexicanos

Este punto es clave. En 1848, México tenía unos 7 millones de habitantes, y la mayoría vivía en el centro y sur del país. Si Estados Unidos se hubiera anexado todo México, habrían heredado una enorme población mestiza e indígena, lo cual chocaba completamente con la mentalidad supremacista blanca que dominaba la política estadounidense de la época. En pocas palabras: no querían millones de ciudadanos “no blancos” dentro de su nación.

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3. Porque les bastaba con lo mejor

Estados Unidos no necesitaba todo México para cumplir su Destino Manifiesto. Con las tierras del norte, conseguían acceso al Pacífico, tierras fértiles y una ruta perfecta para expandir su comercio. El resto de México era visto como un territorio problemático, pobre y políticamente inestable. Así que prefirieron llevarse la mitad más rica y estratégica, y dejarle a México el problema de lidiar con su propia reconstrucción.

4. Porque tampoco querían provocar a Europa

Anexarse todo México hubiera puesto nerviosas a potencias como Francia y Gran Bretaña, que tenían intereses comerciales en México. Ya en ese momento, Estados Unidos empezaba a perfilarse como una potencia emergente, pero aún no tenía la fuerza suficiente para enfrentarse a media Europa si se armaba un conflicto internacional. Quedarse “solo con la mitad” era un robo más fácil de justificar sin levantar tantas alarmas.

Así terminó el mayor robo territorial de la historia de América. Y así empezó un nuevo capítulo donde México aprendió, por las malas, que la verdadera amenaza no siempre viene de afuera. A veces, el peor enemigo es el que se encuentra dentro de tu país.

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